jueves, 13 de mayo de 2021

Evita sobreprotegerlos y permíteles que sean más autosuficientes

 

De los errores se aprende. Esta probada afirmación se puede aplicar a los más pequeños, a los que se tiende a proteger en exceso. Lo ideal es orientarlos, dejándoles que experimenten por sí mismos. Dales permiso para hacerlo mal.
Queremos protegerlos de todo mal pero, si nuestro celo es excesivo, podemos conseguir justo el efecto contrario. Es mejor, por lo tanto, dejar que experimenten y se equivoquen. Es la única forma de aprender y de crecer emocionalmente.

  • No se lo des todo hecho. Aunque tenga dificultades para realizar según que cosas, deja que intente hacerlo. Hacerse la cama, doblarse la ropa, llevar a cabo pequeñas tareas domésticas... Poco a poco, irá ganando confianza y destreza.

  • Motívales con ternura. La mejor recompensa para sus esfuerzos es valorarlos con gestos y palabras de cariño: harás que siga motivado para seguir aprendiendo y mantendrás su autoestima alta. Por ejemplo, dale un beso o dile lo bien que lo ha hecho cuando logre lavarse los dientes o abrocharse un botón.

  • Deja que juegue solo. No permitas que se acostumbre a tenerte siempre a ti como compañero/a de juegos. Es necesario que, de vez en cuando, sea capaz de crear sus propios mundos imaginarios.

  • Anímale a que tome sus propias decisiones. Aunque los padres siempre deben tener la última palabra (sobre todo en cuestiones importantes), es interesante que pueda decidir sobre temas menores.

  • Acepta sus decisiones. Respétalas, aunque no sean las que tu esperabas que tomase. A menudo los padres son el mayor obstáculo para que sus hijos adquieran su autonomía por la tendencia a sobreprotegerlos.

  • Fija unos límites. Deja que se equivoquen, pero marca siempre unos márgenes, no todo vale. Hay normas básicas, como no insultar a los demás o evitar cruzar la calle con el semáforo en rojo, que son indiscutibles. 


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