En la adolescencia, el cuerpo de nuestros hijos empieza a cambiar, y no siempre de forma armónica. Se sienten raros y se fijan sólo en las partes que no les gustan, muy influidos por los exigentes cánones de belleza actuales. Algunos síntomas pueden alertarnos de que nuestros hijos podrían estar cerca de sufrir un trastorno alimentario:
Come menos de lo normal, hace visitas nocturnas a la nevera o ha dejado restos que indican que se ha pegado más de un atracón.
Realiza ejercicio excesivo, pero le da pánico enseñar su cuerpo.
Su carácter se ha agriado y tiene una percepción realmente distorsionada de su cuerpo.
Hay que discernir si estos síntomas indican algo más o tan sólo son manifestaciones de la inseguridad propia de una edad en la que se está configurando su identidad. Si tienes la más mínima sospecha consulta con un especialista. En algunos centros de salud disponen de un completo test, diseñado en el País Vasco, que establece el riesgo de anorexia, bulimia y vigorexia.
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