En ocasiones, es preciso castigar a nuestros hijos. Forma parte de la disciplina y, por tanto, de la educación. Pero castigar no es fácil, ni tampoco encontrar el punto justo donde quedarse. Si te excedes, lo tendrás muy difícil para que tu hijo vuelva a confiar en ti y, si no lo castigas, nunca conseguirás anular esos comportamientos incorrectos.
Antes de pasar al castigo, dale la oportunidad de corregirse. Adviértele, además, de que lo que hace no está bien.
- No seas ambiguo/a. Si crees que debes castigarlo por algo, no dejes de darle importancia a es comportamiento en otras ocasiones.
- Dirige el castigo contra la mala conducta, no contra la persona. No recurras a frases como "nunca haces nada bien".
- Evita el castigo físico. Eso enseña al niño a actuar con rabia cuando está enfadado y potencia la conducta agresiva.
- No abuses del castigo. Cuanto más le castigues, menos efecto tendrá.
- En ocasiones se puede corregir una determinada conducta aislando un tiempo breve al niño (en una silla o en su habitación). Eso permite reflexionar tanto a los padres como al pequeño.